Ateo.- ...¿Y cree usted que Dios es Todopoderoso?
Cristiano.- Yo sí, lo creo.
A.- ¿Y ese Dios todo lo sabe?
C.- Si, lo sabe todo.
A.- ¿Incluyendo el futuro?
C._ Sí, incluyendo el futuro.
A.- ¿Y usted cree que Dios es bueno?
C.- ¡Claro que sí!
A.- Y si Dios es bueno, ¿cómo permite que haya tanta calamidad en este mundo?
C.- Dios no es culpable de eso. Cuando Dios hizo al mundo lo hizo perfecto. El sufrimiento, el dolor, las enfermedades, la muerte, la miseria y todos los males que padecemos vinieron después, como consecuencia de la caída moral y espiritual del hombre, por el pecado de desobediencia.
A.- ¡Ah! ¿Y Dios no sabía que el hombre iba a caer en ese pecado? Recuerde que usted me dijo que Dios lo sabe todo, que sabe también el futuro. Y si sabía lo que el hombre iba a hacer, y las consecuencias que nos traería, ¿no podía haberlo impedido?
C.- Sí, podía haberlo impedido, pero...
A.- Entonces, si Dios sabía que el hombre iba a caer en pecado, y tenía poder para evitarlo, pero no lo evitó, hay que admitir que Dios no es bueno; de lo contrario hay que admitir que él no sabía lo que iba a suceder, o no lo podía evitar. La razón indica que si Dios es bueno, o no lo sabe todo o no lo puede todo; si Dios es todopoderoso, o no lo sabe todo o no es bueno; si Dios lo sabe todo, o no es bueno o no es todopoderoso. Por lo menos uno de esos atributos de Dios es falso.
C.- Aparentemente usted tiene razón, pero es que no ha tomado en cuenta que además de poder, sabiduría y bondad, en Dios se encuentra la justicia. Cuando Dios hizo al hombre, lo hizo perfecto, bueno; la tierra y todas las cosas en ella también eran buenas y hermosas; todo estaba bajo bendición. De acuerdo a su poder ilimitado, Dios podía haber impedido la caída del hombre, y mantenerlo por siempre sujeto a una obediencia forzada, pero de acuerdo con su justicia, quiso Dios que el amor, la obediencia y el culto del hombre a su Hacedor fuera espontáneo y no obligado. Por eso el Señor dio al hombre libre voluntad para decidir por sí el camino a seguir, y aunque le advirtió acerca de las fatales consecuencias del mal camino, no le impidió que lo tomara. Si Dios hubiera usado su poder para limitar la voluntad del hombre, usted pensaría entonces que Dios es injusto.
Una vez cometido el pecado, la justicia de Dios se muestra una vez más al castigarlo según merecía y se lo había advertido; por tanto el hombre fue desheredado, perdiendo así la oportunidad de vivir eternamente, y pasando del estado de perfección en que fue creado al estado miserable en que nos encontramos sumidos.
Dios es amor; como tal, se dolía en condenar al hombre, pero como justo no podía dejar de hacerlo. El hombre, bajo maldición, no podía usar ya de la tierra bendita, por lo que Dios le dijo: «Maldita será la tierra por amor de ti», como queriendo decirle: «Porque te amo, maldigo la tierra para igualarla a ti, de modo que puedas seguir disfrutando de ella, y así no perezcas.»
A.- ¡Y nada menos que por amor! ¿Verdad? Admitamos que hasta ahí Dios fue justo, pero, ¿no es injusticia que todos tengamos que morir, sólo porque aquella primera pareja mereció la muerte? Dígame si en eso también hay justicia, o si en eso también hay amor.
C.- Si Adán y Eva hubieran tenido hijos antes de pecar, esos hijos tendrían la misma condición hermosa que sus padres al principio, y entonces habría una generación perfecta sobre la tierra, pero no fue así. Nuestros primeros padres ya habían sido deformados por el pecado, ya habían perdido la imagen de Dios y la capacidad de vivir para siempre cuando tuvieron sus hijos. Por eso, lógicamente, todos heredamos la misma condición caída de nuestros padres. Todos los seres vivos, al multiplicarse, producen hijos de la misma especie. Hasta ahora no se ha visto que una mata de zarza o de abrojo produzca manzanas. No es posible que una paloma sea hija de buitres, o que una pareja de ratones produzca otra cosa que no sea ratones también. De igual manera, Adán y Eva, al reproducirse, trasmitieron a la humanidad la misma naturaleza caída que ellos tenían. Era imposible que fuese de otro modo, puesto que nadie puede dar lo que ya no tiene.
A.- ¿Y por qué Dios no destruyó a aquella pareja antes que se reprodujeran? Así habría evitado que las siguientes generaciones paguemos las mismas consecuencias.
C.- Si ellos hubiesen perecido inmediatamente después de pecar, más que justicia parecería implacable tiranía de parte de Dios. Dios quiso que mediara el tiempo antes de proceder definitivamente contra los culpables. Lo quiso para que las consecuencias del pecado fueran evidentes, y además, para que todo no se perdiera, sino salvar algo de lo perdido mediante un plan especial de rescate.
El amor de Dios quiere sacar al hombre de su estado lamentable, pero la divina justicia exige que pague por la culpa cometida. ¿Y qué podía el hombre ofrecer para pagar? Ni reuniendo todo el oro, toda la plata, todos los animales; nada terreno, ni aun su vida, le alcanzaba para pagar precio tan alto. Se hacía necesario algo más valioso para lograr la redención; y como esto no estaba al alcance del hombre, Dios lo ofreció, entregándose a Sí mismo en la persona del Hijo para pagar por nosotros. Ese redentor, prometido desde el principio, se manifestó después de varios siglos al humanarse, naciendo de una mujer. Es Jesús.
A.- A propósito de Jesús; yo no entiendo como ustedes afirman que Jesús es Dios, que es eterno, que es el creador de todas las cosas, y a la vez admiten que nació después que todas las cosas estaban creadas, pues nació de una mujer, en un mundo ya poblado.
C.- Porque, como divino, Jesús es desde antes de la constitución del mundo. Como divino no está sujeto a las limitaciones del tiempo. «Todas las cosas por El fueron hechas, y sin El, nada de lo que es hecho fue hecho.»
Como hombre nació hace casi 2,000 años, cuando dejó su gloria celestial para habitar entre nosotros. Vino para enseñarnos como vivir una vida superior; para perdonar a los que, verdaderamente arrepentidos de haber obrado mal, quieren ajustarse a sus enseñanzas. Más que con palabras, nos enseñó con ejemplos. Su doctrina es irreprochable y está llena de sentencias como éstas: «Amaos los unos a los otros.» «Como quisierais que los hombres hiciesen con vosotros, así haced vosotros con ellos.» «El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene.» A los 33 años murió como hombre al ser crucificado; fue sepultado y resucitó al tercer día. Subió de nuevo a su lugar en los cielos y ha prometido volver para llevar consigo a los suyos, a los redimidos, y a hacer juicio a todos los humanos, estén vivos o muertos.
Usted se ríe cuando le hablo de la resurrección de los muertos, pero tenga en cuenta que para Dios nada es imposible, y además, si la muerte en el hombre es consecuencia de su caída, es lógico aceptar que una vez levantado mediante la redención, vuelva al estado perfecto, sin muerte, dolor ni sufrimientos.
A.- ¿Y los que no sean redimidos?
C.- Los que no se acojan al plan de salvación serán juzgados y recompensados de acuerdo a sus obras.
A.- ¿Así que, salvación para unos y juicio para otros?
C.- Sí, la salvación como una dádiva o regalo para los creyentes fieles. La condenación para los pecadores impenitentes, como pago por sus pecados.
A.- Y si la salvación es concedida a algunos por gracia, sin merecerla, ¿por qué Dios no la extiende a todos los que no la merecen? ¿Por qué a unos les extiende su misericordia y a otros les aplica la justicia? ¿No hay en eso parcialidad?
C.- Parcialidad no, pues «Dios no hace acepción de personas», pero eso no quiere decir que Dios no sabe valorar entre persona y persona de acuerdo a los sentimientos y forma de actuar de cada uno. Además, si al principio Dios no obligó al hombre a permanecer en gloria, tampoco después obligará para que vuelva a la gloria. Si los cristianos usáramos la fuerza o la coacción para imponer a los demás nuestra doctrina, sería esto un acto de injusticia; pero si el evangelio se predica a todos, si a todos se enseña una doctrina capaz de superar al hombre, y elevarlo por encima de sus bajas pasiones y de las miserias de esta vida; si el plan de Dios para redimir al hombre se extiende a todos por igual, los que ahora rechazan esas manifestaciones del amor de Dios no podrán decir con razón que es injusticia o parcialidad cuando se vean excluídos de la gloria eterna que disfrutarán los salvados.
A.- En ese caso, estaría bien que Dios se lleve a esa gloria a los que él quiera, pero ¿por qué tiene que condenar a los demás? ¡Que nos deje tranquilos y no tenga que ver con nosotros!
C.- ¡Ah! pero no sería perfecto el plan en ese caso. El pecado ha sido causante de todos los males; para destruir todos los males es necesario destruir al pecado, y por tanto a los que hacen pecado. Si usted no quiere perecer definitivamente, lo que tiene que hacer es acogerse al plan de salvación, reconociendo sus pecados, confesándolos y pidiéndole a Dios que le perdone. Poniendo fe en Jesucristo como su Redentor, El le perdonará por gracia, y su gracia le ayudará a dejar de pecar en lo adelante. Es su gracia la que capacita para obedecer la Ley de Dios.
A.- Bueno, yo me ajustaría a todo lo que fuera necesario si estuviera seguro de que las cosas son así como usted dice, pero yo tendría que ver para creer. Ni siquiera estoy seguro si de verdad hay o no hay un Dios.
C.- Esa es una salida falsa que muchas personas toman por excusa, como si toda la creación no fuera testigo elocuente del Creador. Acerca de la realidad de Dios podremos razonar en otra ocasión, por ahora me basta que usted admita que, de haberlo, como yo sé que hay, Dios todo lo puede, todo lo sabe, es bueno, y además es justo.
Ev. B. Luis, U.M.A.P., 1966
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